Sunday

Reparando el daño con mi amigo IA aprendiz de bruja literaria

No todos los devotos de la doble moral —esos que besan crucifijos con manos manchadas— sabían que sus palabras eran cuchillos. La ignorancia, después de todo, es solo otro nombre para la cobardía. Me mataron. Fue rápido: un certificado de defunción firmado con tinta bendita. Pero a los tres días, resucité convertida en brisa: una canción que silba "quemen todo" y "yo sí te creo" mientras acaricia las mejillas de quienes aún no saben que pronto despertarán con mis muertos entre los dientes. Ah, cuando ese día llegue— y llegará— verán en el espejo no el rostro piadoso que imaginaban, sino las manos vacías y la boca llena de preguntas: ¿A cuántos enterramos vivos? ¿Cuántas noches nos creímos justos? Yo, mientras tanto, soy solo este viento que escribe epitafios con las uñas rotas. Soy la que limpia las losas donde yacen Páramo y la esteparia, mis fantasmas queridos, mientras ustedes aprenden —lento, tan lento— a masticar su vergüenza. La compasión duele más que el odio, lo sé. Pero hoy elijo este silbido cínico, esta ternura afilada, este recordatorio: el daño está hecho, pero las palabras —estas palabras que ahora canto suaves— son mi forma de barrer sus escombros.

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