Wednesday

Pedro y Ana o de la fidelidad del lobo.

Murió y no sabía si quería hacerlo.
Pedro se sostenía de un árbol con la mano en el abdomen en la orilla de la cascada de la Olla y una mano intentó detenerlo. Era de esas veces que el perro lobo de Pedro después de tanta fiesta perdía la cuenta de cuántas lunas habían pasado.
Las malas lenguas dicen que fue un suicidio pero todos sabemos que al joven Pedro,  lo mataron con un cuchillo.
Ahora que nadie lo ve, clarito escucho como se revuelca de dolor en aullidos porque hay algo que no terminó. En sueños visita a sus hijos como un lobo blanco, a su padre como un cachorro tierno y un hijoeputa lobo negro encabronado para la que fue su mujer.
En su funeral, sonaba de fondo Pedro Navajas, de Rubén Bladés  justo cuando rondaba despacito al rededor de la caja con el tumbao que tienen los guapos al caminar, mirando su foto enmarcada junto a una rosa roja que más bien parecía un charco de sangre, observando llorar a todos pero no encontró a su madre.
En su funeral las mujeres de Pedro llegaron con lágrimas en los ojos, algunas con sus esposos, otras no. Todas con verdadero luto en el corazón menos una, la mamá de sus hijos, que seguía con calculadora imaginación los pasos que recorría  al rededor de la caja, lo perseguía aún muerto, sentía celos al sólo pensar que podría volver a vivir.
Ana, la loba, su amante, no pudo pasar porque la esposa no lo permitió. Esa loba fue el amor de su vida y ayer soñé que Pedro, mi hermano, me pedía que se lo diga.
Un ángel lo fue a buscar al Velatorio de Cholula y él al verlo se sintió abrumado pero feliz.
Pedro besó a sus hijos a través de la Alegría y se fue con aquel ángel a jalar los pies en las noches y Pedro a Ana, la cuida como un perro -dice que por el resto de su vida-.