¡Un cocodrilo me ha herido de muerte!
Esta vez no ha sido Mario, con sus tantas y tantas aventuras.
Me lastimó una hiena, un cuervo.
Ha sido cálido al principio, un gran impostor.
Se disfrazó de caballero, se abanderó con la serenidad de un reptil voraz, me engañó con la astuta ambigüedad, con la prudente cobardía. Rompió mi corazón y quebró mi espíritu, se cortó con las astillas y hoy no puede parar de llorar.